La crisis sanitaria ocasionada por la COVID-19 ha planteado muchos retos y preguntas en el ámbito de las enfermedades crónicas. Uno de los más recientes es la vacunación de las personas con enfermedades inmunomediadas. Hablamos de artritis reumatoide, enfermedad de Crohn, colitis ulcerosa, psoriasis, lupus, uveítis, etcétera por artritis reumatoide, enfermedad de Crohn, colitis ulcerosa, artritis psoriásica, dermatitis atópica, etcétera. En nuestro país, estas enfermedades afectan a más de 2,5 millones de personas. Generan un alto impacto en la calidad de vida de las personas diagnosticadas y en su núcleo familiar y social.
En este colectivo, la vacunación frente a la COVID-19 se ha planteado como una herramienta fundamental. Los organismos que controlan la seguridad, la calidad y la eficacia de las vacunas y las sociedades científicas coinciden en que la vacunación es la forma más potente que existe para evitar las consecuencias negativas de la pandemia de la COVID-19. Concretamente, en el caso de las enfermedades inmunomediadas, han hecho un llamamiento a recibir, salvo algunos casos muy excepcionales de contraindicaciones, la dosis.
Si bien, en los estudios de las vacunas frente a la COVID-19 no se incluyeron pacientes con enfermedades autoinmunes, no se observaron manifestaciones autoinmunes o auto inflamatorias durante dichos estudios ni durante la vacunación actual. Esto refuerza el, hasta ahora, concepto de seguridad que ofrecen estas vacunas. La certidumbre a corto plazo es que las vacunas salvan vidas y ayudan a combatir la enfermedad.
Recomendaciones para la vacunación de las personas con enfermedad inmunomediadas
La vacunación es un elemento de seguridad fundamental también en los pacientes que reciben terapia biológica. La única observación es que los pacientes deben consultar con su médico de referencia. Este les recomendará el mejor momento o pauta de administración de la vacuna en relación con el tratamiento inmunomodulador que recibe.
Al igual que con otras vacunas en personas con enfermedades inmunomediadas, se sugiere tener en cuenta la actividad de la enfermedad, el esquema de tratamiento inmunosupresor utilizado y las comorbilidades. La sugerencia es vacunarse cuando la enfermedad de base esté controlada y revisar antecedentes de anafilaxis o reacciones alérgicas severas, ya que, de existir, se recomienda una observación estrecha tras la aplicación de la vacuna.
Todas las sociedades científicas insisten en que las recomendaciones deben ir en la dirección de extremar las medidas de prevención conocidas. También es importante recibir la vacunación, particularmente en los pacientes con enfermedades autoinmunes sistémicas. En este sentido, se recomienda favorecer la administración de la vacuna contra el coronavirus SARS-Cov-2 a los pacientes con enfermedades autoinmunes sistémicas (EAS) que estén recibiendo este tipo de tratamientos.
¿Tiene riesgos la vacunación en personas con enfermedades inmunomediadas?
Las vacunas son medicamentos muy eficaces y seguros. Las dudas sobre el uso de algunas vacunas en pacientes inmunodeprimidos tienen relación con una posible menor eficacia, pero no con su seguridad. Aun así, no hay datos que demuestren que las vacunas disponibles en la actualidad sean más o menos eficaz que otras en pacientes inmunodeprimidos.
Con el fin de aclarar algunos conceptos sobre la vacunación de pacientes con enfermedades inmunomediadas que reciben terapias inmunosupresoras, las sociedades científicas han establecido una serie de recomendaciones. Entre ellas, insisten en que se recomienda vacunar frente al SARS-CoV-2 a todos los pacientes, incluso los que reciban terapias inmunosupresoras. Además, instan a priorizar la vacunación de personas con enfermedades inmunomediadas antes que la población sana de igual edad.
Estas sociedades recomiendan que las circunstancias individuales de cada paciente sean valoradas por su médico. En general, piden administrar las vacunas preferiblemente cuando la enfermedad se encuentre estable. Aunque, considerando que esto no siempre es posible, recomiendan vacunar en cualquier situación, salvo en pacientes con un brote grave de su enfermedad, en los que se debería retrasar la vacunación hasta el control del mismo. Además, siempre que sea posible, se recomienda administrar la vacunación antes de iniciar un tratamiento inmunosupresor. Así se evita una posible interferencia con la eficacia de la vacuna.
En caso de estar recibiendo una terapia inmunosupresora se podrá contemplar el retraso temporal de una o varias dosis, si la situación clínica del paciente lo permite, con el fin también de optimizar la eficacia de la vacunación.